lunes, 19 de octubre de 2009

Rosa Banchero / Literatura Universal / Helena de Troya, estudio de personaje.

Valentina Vila
1º F Literatura / Instituto de Profesores Artigas
15 de junio de 2009


Helena de Troya.
Estudio de personaje en base a “La Iliada”, de Homero.

1. Introducción.

En la cuna de la civilización occidental, nació una de las mujeres más famosas de los mitos, las leyendas y la cultura universal. Su nombre es sinónimo de belleza inigualable, siendo envidia de las diosas más poderosas y objeto de deseo de los reyes más ambiciosos.
Dijo Schopenhauer que la belleza es una carta de recomendación que gana de antemano el corazón de los espectadores. Sin olvidar que además, puede acarrear desgracias y calamidades, por lo que la figura de Helena se ha convertido en el arcano del deseo y la desgracia.
Los escritores griegos, desde Homero hasta Eurípides, hicieron de Helena la representación de la pura belleza femenina, deslumbrante e irresistible, pero a la vez encarnación de la paradoja de una liviandad moral que al final queda sin castigo.

1.1. Helena en la Mitología Griega.

Helena es a veces conocida como Helena de Troya o Helena de Esparta y es un personaje de la mitología griega cuya leyenda es aludida por casi todos los mitógrafos clásicos.

Según la mitología, Zeus, metamorfoseado en un cisne, sedujo a Leda y yació con ella la misma noche que Tindáreo, esposo de Leda y rey de Esparta.
Leda puso dos huevos; de uno nacieron Helena y Pólux, ambos inmortales (considerados hijos de Zeus), y del otro Clitemnestra y Cástor, mortales (considerados hijos de Tindáreo).
Otra tradición decía que Helena había nacido de la unión de Némesis y Zeus, transformados respectivamente en oca y cisne. El huevo que puso Némesis fue encontrado por un pastor que lo entregó a Leda. Del huevo nació Helena y Leda la cuidó como si fuera su auténtica madre.[]
Si bien, en Homero Helena es siempre «hija de Zeus» (nunca de Tindáreo).
Clader (“Helena. La Evolución de lo divino a lo heroico en tradición de la épica griega” 1976: 47ss) examina el uso de los epítetos que la designan como hija de Zeus y muestra que según la dicción homérica Helena puede ser una diosa, que también otras pruebas –como la etimología de su nombre– (p. 63ss.) hacen pensar que se trate en origen de una diosa mediterránea de la vegetación.

Helena es, por otra parte, la única hija de Zeus y una mortal. Comenta Wulff (“La fortaleza asediada. Diosas, héroes y mujeres poderosas en el mito griego” 1997: 207) que está por ello cargada de elementos de poder y sobrehumanidad –como demuestra su impresionante belleza– y, en consecuencia, de peligro para los varones que la poseen; resultando peligrosa también (p.213ss.) al estar integrada en la categoría de princesas que transmiten el reino a su cónyuge y al ser ella además un regalo de una divinidad (de Afrodita a Paris). En cuanto a la identidad de su madre, la versión que parece ser la más antigua (la de las Ciprias) la hace hija de Némesis.

1.2 Helena en la Literatura.

No obstante el personaje de Helena es mucho más que todo eso ya que sus antecedentes no se circunscriben sólo a los citados sino que se remontan a la propia literatura griega donde podemos verla aparecer ya en las epopeyas homéricas.

Se pueden destacar además de Homero, a Safo que –usando a Helena como paradigma– parece defenderla y sentirse identificada con sus sentimientos. Justificado y estudiado en varios textos, Austin (“Helena de Troya y su fantasma sombrío” 1994: 51ss), Pfeijffer (“La cambiante Helena: una interpretación de Safo”, fragmento 16 Voigt, 2000), con abundante bibliografía sobre la cuestión.

Alceo la censura duramente. Homeyer (“Die spartanischeHelena und der trojanische” 1977:15) –en su estudio dedicado a Helena como personaje literario desde la época griega hasta la actual– indica que Alceo estaba aún apegado a la tradición prehomérica y homérica, y no innovó en esto, al contrario que Safo, que por primera vez en la lírica presenta a Helena como un paradigma en el amor.
Sobre la culpa, Gorgias, en su Encomio de Helena, la libra de ella en todo caso, porque o fue forzada a marchar, o fue persuadida, o bien estaba enamorada. Respecto a que Helena lo abandonó todo, hay que puntualizar que no así sus riquezas, pues las lleva consigo, como ya se dice reiteradamente en La Ilíada (III - 370, 458 - 459; VII - 350; XIII - 626).

Otros escritores griegos plantearon versiones distintas a la homérica, como puede verse en el Ciclo epíco griego o en Hesiodo y desde luego en Estesícoro, a quien, según la leyenda, la propia Helena dejó ciego al sentirse difamada en una de sus canciones en la que era tratada como adúltera.
Estesícoro afirmaba que Helena no fue a Troya con Paris, sino a Egipto, y que lo que éste llevó a su ciudad era sólo su imagen ilusoria, idea que fue retomada por Euripides en su obra sobre el tema.

Esquilo se adentra en sus aspectos más negativos y la describe en su Agamenón como:
“Helena de Troya, destructora de naves, destructora de ciudades, destructora de hombres”.

Esta vasta tradición literaria del personaje es conocida y utilizada también por Goethe convirtiendo al personaje en símbolo de la poesía clásica para que su unión con Fausto, prototipo del hombre moderno, plantee la relación entre el alma moderna y el mundo antiguo y la fusión entre romanticismo y clasicismo.
Goethe mismo menciona esta intención en una conversación con Eckermann donde dice: “Del mismo modo, también se habrá percatado de que ya en los primeros actos resuena y se menciona lo clásico y lo romántico, a fin de que, como subiendo una pendiente, acabe ascendiendo a la altura de Helena, donde ambas formas poéticas salen claramente a la luz y encuentran una especie de compensación.”

2. Helena en La Iliada.

2 .1 Generalidades.

Helena es en La Ilíada un personaje no demasiado relevante en acciones, sino por figura. El punto crucial de su historia es su relación adúltera con Paris – visto como esposo ilegítimo o segundo esposo–, que motiva su marcha a Troya, en donde vive durante más de diez años como un miembro de la familia real troyana. Se la encuentra en los cantos III, VI y XXIV donde se define la relación que tiene con otros personajes; una buena relación con su suegro, Príamo, en canto III; con su cuñado Héctor en cantos VI y XXIV, y con Paris, en cantos III y VI.
En cuestiones netamente narrativas, es la encargada de p[]resentar los principales luchadores aqueos desde la torre de la ciudad a Príamo. Es también desde allí que presencia el duelo singular entre Menelao y Paris.[]
Discute con Afrodita cuando ésta la incita a que vaya junto a Paris una vez que ha concluido el duelo pero luego, por miedo a las amenazas de la diosa, cede.
En la parte final de la Ilíada, Helena se lamenta por la muerte de su cuñado Héctor y señala que lleva ya veinte años en Troya.
Probablemente los hombres todos de Troya no pueden dejar de admirarla: su belleza casi divina ejerce sobre ellos un hechizo irresistible; pero las mujeres la odian y la culpan de las desgracias. Lo que la muestra como una mujer premiada y castigada por los dioses con un don tan único y virtuoso como maldito y terrible: una belleza incomparable, capaz de provocar la mejor locura y la peor cordura. Así, los personajes que la rodean, fundamentalmente sus dos maridos, se destacan precisamente por su unión con Helena.
Son figuras «pálidas» simbólicamente, son fundamentalmente «los esposos de Helena», motivados ante todo por el deseo de poseerla y causantes por ello de la terrible guerra de Troya.

Como destaca Austin para comenzar su estudio sobre Helena, a la que ve marcadamente diferente de las otras mujeres de La Ilíada, al igual que lo es Aquiles respecto a los hombres: él es el mejor en la forma masculina, y ella, en la forma de mujer.

2 .2 Funciones prototípicas del personaje.

Helena es la esposa infiel, enamoradiza y frívola, vanidosa (como belleza irresistible que es) pero no “mala” exactamente, ni traidora.
Abiertamente abandona el hogar fugarse con otro. Hace su elección (dentro de los márgenes que le permite el destino, del cual reniega en varios pasajes): ¿la pasión del nuevo amor o la familia y el “deber”? Escogiendo lo primero.
Irresponsable, en las consecuencias de su huida ni en lo que la ira vengadora de su esposo puede ocasionar: una feroz guerra entre dos hombres, entre dos pueblos.


En La Ilíada se la muestra pesarosa de los males causados, sintiéndose culpable, haciéndose reproches, recordando con nostalgia lo que dejó y vacilando a veces entre uno y otro amor, como bien el canto III, donde expresa repetidamente sus propios sentimientos (173- 175, 404; VI - 344; XXIV – 762, por ejemplo), ignorados en general por los hombres.

Refugiada en el país invadido, ve morir al nuevo esposo en la guerra; pero regresa a su patria originaria y a su familia anterior, con el primer esposo, al que vuelve a enamorar. Es a la vez vencida y vencedora, cautiva entre las mujeres troyanas vuelve a ser reina, a recuperar finalmente su alto rango. Es un personaje que se acomoda a las circunstancias y logra –sobre todo con sus artes de seducción– salir airosa
y no perder en exceso.

Helena, a pesar de su carácter tan peculiar –medio diosa, fascinante y deseada por
los hombres, causa de la guerra– aparece también como una mujer “normal”, casi siempre en un ámbito familiar y doméstico. De la confrontación entre ella y sus hombres (con Paris en especial), se aprecia una actitud en cierto modo análoga: más bien irresponsable y frívola. Y respecto a la estructuración de su historia, es trimembre y “circular”, de ida y vuelta, resultando ella siempre triunfadora en cierto sentido y poco dañada a pesar de tantos daños ocasionados a su alrededor y por su causa.

2 .3 Caracterización.

El personaje es controvertido desde sus inicios, en La Ilíada aparece como la causante de la guerra de Troya; aunque Homero, poco proclive a tratar dramas íntimos, no haga hincapié en este aspecto: sino que más bien lo considere anecdótico y se centre en otros más vinculados a los personajes masculinos como Aquiles, Patroclo y Héctor. Se presenta una Helena modelo de virtud y se la celebra como mujer de singulares dotes, destacando su belleza, entre todas ellas; característica que era considerada la principal virtud femenina por la sociedad aristoi de la época.

Homero al considerarla un juguete en manos de los dioses o el medio que utilizan éstos para conseguir la destrucción de Troya, crea un personaje bastante aséptico y con poca relevancia en la trama.

En Troya la familia de París acepta su presencia sin reparos tratándola como a una hija o una hermana, y la asamblea de ancianos sucumben ante sus hechizos llegando a pronunciar: “no se puede censurar a los troyanos ni a los aqueos si sufren tanto y por tan largo tiempo a causa de esa mujer que tan extraordinariamente se parece a las diosas inmortales”.
Tampoco los griegos personalizan en ella sus desdichas y en un momento dado, cuando durante la acción, se plantea la posibilidad de su devolución no considerarán el hecho determinante para el fin de la guerra, que realmente está mediatizada por la muerte de Patroclo y la reacción de Aquiles ante ella; así pues ninguno de los hombres que combate, “por su causa”, le echa en cara su culpa.


Homero censura los actos de Helena poniendo la critica en sus propias palabras, por ejemplo al denominarse a sí misma: “perra funesta y despreciable.” La epopeya no entra en el mito del Juicio de Paris considerado el principio de la historia ni plantea su desenlace; finalizando el drama con la destrucción de Troya.

Retoma el personaje de Helena en la Odisea, presentándolo ahora en Esparta, en tiempos de paz, junto a su esposo y sus hijos, en un ambiente familiar normalizado, sin que sus actos anteriores parezcan haber tenido consecuencia alguna para ella. Sigue siendo la representación del ideal femenino de la sociedad griega, ella al igual que Penélope en Ítaca; ocupándose ahora de cuestiones más triviales y propias de su sexo.

Todos los personajes representan, simbolizan –además de, individualmente, los distintos tipos de conducta ante una situación extrema– la suma de los horrores que conlleva la guerra (la guerra, de la que es prototípica por siempre la guerra de Troya), ejemplificados a su vez en la historia de cada uno. Esto se ve de manera clara en las historias femeninas desarrolladas por Homero que pretenden ejemplificar distintos tipos y situaciones de la mujer frente al estado de guerra en el que se rompe la armonía en la que éstas se desenvuelven de manera simple y clara.
Es así que el personaje de Helena, se transforma en la causa, una causa tan fútil y ridícula realmente que evidencia la irracionalidad de la guerra.

Se puede marcar en el desarrollo del personaje una duplicidad y ambigüedad que resulta rasgo significativo, y se puede observar en otros niveles: dos amores y dudas, en cierto momento, hacia uno u otro, su doble “nacionalidad”, sus características de mujer y de diosa y hasta su nacimiento.
Algunos autores sostienen que esta dualidad se expresa también en el movimiento y la presencia del personaje en el texto todo. Comenta Suzuki (“Las metamorfosis de Helena” 1989: 35) que para los griegos que no la han visto en 20 años, Helena se ha convertido en una abstracción, casi un fantasma, y para los troyanos su propia presencia parece hacerla enigmática. Para unos es una diosa y para otros motivo de dolor; inocente y culpable a la vez; pero en todo caso ella nunca es una simple mujer, sino que ensalzada o siniestra está más allá de lo ordinario y real.

Existen críticas (“Diosas, prostitutas, esposas y esclavas: Mujeres en la Antigüedad Clásica” Pomeroy 1975 / “La fortaleza asediada. Diosas, héroes y mujeres poderosas en el mito griego” Wulff 1997) que fundamentan la guerra por su causa y el hecho de que Menelao vaya a Troya en busca de Helena, con otra dualidad, ya que depende de ella (la transmisora de la herencia de su reino) para ser rey de Esparta, por tratarse de un matrimonio matrilineal y matrilocal. Este hecho determinaría una distinción con otras interpretaciones, en las cuales el valor de Helena no solo se remita a su belleza, sino a intereses materiales, que van más allá del interés de Menelao de mantener su areté heroico intacto.

En La Iliada, a Helena se la muestra como cualquier ama de casa, en un ambiente doméstico, en su hogar en Troya (III - 125, VI - 321).


Es en La Odisea en que se hacen explícitos sus sentimientos, ella misma dice (IV – 254 - 264) que a la caída de Troya se alegró de volver a su patria con su familia y su esposo “que a nadie cede en inteligencia ni en gallardía”, arrepentida del error en que Afrodita la había puesto.

2. 4 Relación entre personajes.

Existe un fuerte paralelismo entre Helena y Andrómaca, que al estudiarlo se transforma en una antítesis. Son cuñadas, esposas en Troya de dos hermanos que morirán en la guerra, tras la cual ellas serán llevadas a Grecia por otro esposo.
Pero, en antítesis: Helena, mujer infiel, es llevada por su anterior esposo (como esposa legítima y reina de nuevo, en historia “circular” de ida y vuelta); mientras que Andrómaca, mujer fiel, es llevada por uno de los vencedores y asesinos de su esposo legítimo y de su hijo (como concubina y esclava, en una segunda parte de su historia, muy diferente a la primera).

Farron en su análisis sobre las mujeres de La Iliada pone de manifiesto el gran paralelismo entre ambas, a pesar de las importantes diferencias en su situación, su pasado y su carácter. Sin embargo la oposición entre ellas se observa, en su distinta actitud ante el esposo respectivo, como evidencian los reproches de Helena a Paris por rehuir la batalla (en La Ilíada III y VI), en contraposición a la las súplicas de Andrómaca a Héctor en La Ilíada VI también, para que renuncie a la lucha. Otras muestras aparecen de este paralelo y contraste aparecen en algunos pasajes que presentan a una y a otra tejiendo una «doble pieza purpúrea», donde la crítica ha visto gran simbolismo por ser algo tan característico de la mujer.

En cuanto a la comparación entre mujeres y hombres, las parejas de esposos (y de amantes, si es el amante elegido por la mujer infiel) tienen en general rasgos afines: sus personalidades se muestran paralelas, aunque la mujer suele destacar con cualidades que la enaltecen como positivas en unos casos y en otros con una figura más intensa y sobresaliente.
Como explica Wulff (216), ambos esposos de Helena no destacan por sus valores guerreros, sino que son relegados que tienen como generales a dos hermanos mayores que les instigan en la acción. El papel de Paris con respecto a Helena es el propio de los compañeros de lecho de mujeres como ella, cargadas de rasgos de poder que las masculinizan y que resultan feminizadores para el hombre, lo que se aprecia en La Ilíada III – 380.
Esto es común a todas las féminas que se desarrollan como personajes dentro del texto, aunque manifestado de muy diferentes maneras, un carácter firme y fuerte personalidad.

Todas hacen su elección y siguen el camino que se han marcado. Unas lo hacen de forma totalmente evidente, llevando la iniciativa, con rebeldía y comportamiento socialmente incorrecto, contraviniendo todas las normas, como en el caso de Helena, y otras, por el contrario
–mujeres virtuosas al máximo–, apareciendo como esposas sumisas, dependientes del hombre, que soportan la conducta no tan intachable del esposo pero aun así, también adoptan dicho comportamiento por propia elección, con orgullo en su papel de mujeres virtuosas, con amor a sus esposos.

3. Conclusiones.

Entre los varios aspectos que se pueden considerar en lo concerniente a las mujeres que tienen conexión con la guerra de Troya, por un lado, su relación con el hombre –u hombres– así como también sus otros vínculos familiares y, por otro lado, fundamentalmente, su actitud ante la circunstancia del marido en guerra, que hace de cada una un prototipo distinto de esposa.
Es la más famosa de las mujeres míticas, dotada de belleza sobrenatural. Heroína por excelencia en cuanto hija de un dios y de una mortal ya es ilustre y extraordinaria desde el prodigio de su concepción y su nacimiento, antes de llegar a las páginas de La Iliada.
Es hecho de suma trascendencia para los acontecimientos futuros en Troya, y, por otra parte, revelador en cuanto al conocimiento de la personalidad que según algunas versiones es ella misma quien elige a su esposo de entre los numerosos pretendientes que acuden a Esparta para pedir su mano.

Helena es un personaje poco desarrollado en el texto pero cargado de símbolos y castigado por los Dioses como ejemplo para la sociedad toda.

Los “errores” de Helena, inducidos por los Dioses, e incluso su rebeldía frente a éstos y a su destino, es lo que genera la ambigüedad, por lo que no puede definirse rápida ni concretamente la naturaleza real del personaje.

También ella elige a su segundo esposo, tras ser seducida por él gracias a la intervención de Afrodita; es decir, por amor. Sin embargo, este hecho “amoroso” no logra evitar sus interpretaciones de lo que debería haber hecho. Esta lucha de poder entre el deber y el querer marcan un personaje que se mueve entre lo correcto y lo incorrecto, bien tratada por Homero, sin castigos y con la posibilidad de moverse en rangos aceptables socialmente.

Los personajes que rodean a Helena se relacionan con ella por oposiciones firmes, desde el odio al amor irrefrenable. Los mitógrafos discrepan acerca de cómo fue recibida en Troya. Algunos mencionaban que fueron mal recibidos por el pueblo, pero los hermanos de Paris y la reina Hécuba la recibieron favorablemente y se afirmaba también que todos los troyanos se enamoraron de Helena e incluso el rey Príamo juró que nunca la dejaría marchar.

Las resoluciones, posiciones y palabras que Helena utiliza en el texto son adecuadas e incluso positivas para con el pueblo, donde acepta su parte de la culpa y hasta dice preferir la muerte. Helena consigue sus fines, ya sea con trucos o falsedad, ya sea sinceramente; se le da posibilidad de defenderse, mientras que otros episodios las mujeres se hallan ante hechos consumados, sin que sirvan sus protestas, sin ningún control sobre el curso de los acontecimientos. Si bien su destino esta marcado, las intervenciones que realiza le permiten dejar en claro que no esta de acuerdo con la guerra o incluso con el lugar que ocupan las mujeres en la sociedad, por sentirse como premio, con la vida manejada por los Dioses. También en este aspecto Helena es especial y privilegiada.

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