lunes, 19 de octubre de 2009

Rosa Banchero / Literatura Universal / La muerte de HÉCTOR y PATROCLO

Valentina Vila
1º F Literatura / Instituto de Profesores Artigas
29 de mayo de 2009


La muerte de HÉCTOR y PATROCLO
En base a “La bella muerte y el cadáver ultrajado” Jean Pierre Vernant.


1 . Ubicación textual.

Los acontecimientos narrados en La Iliada, hacen referencia al enfrentamiento entre griegos y troyanos, aunque la acción básica transcurre entre los cantos II y XXII, se concentra en nueve días.
Lo narrado se refiere al noveno y último año de la guerra, y en concreto a la cólera de Aquiles: un episodio menor que puede incidir sobre el desenlace del enfrentamiento de griegos y troyanos y la posterior caída y destrucción de Troya. Los cantos XII al XVI marcan el avance sostenido de los troyanos. Patroclo pide a Aquiles que le preste su armadura para salir con ella al campo de batalla y atemorizar a los troyanos. Aquiles accede. Patroclo se enfrenta a Héctor y muere.

A partir de aquí (XVII-XXIV), ocurre la transformación de Aquiles en un torrente desbordado, cargado de ira, que no descansará hasta dar muerte a Héctor.
Esto sucede en el combate decisivo librado en el canto XXII.
Los funerales -juegos fúnebres- en honor de Patroclo y el encuentro entre Aquiles y Príamo, padre de Héctor, que acude a la tienda de quien ha dado muerte a su hijo para recoger su cadáver, ponen punto y final al poema.

Las muertes de Patroclo y Héctor se desarrollan en los cantos XVI y XXII de La Iliada, respectivamente.

• Canto XVI: Patroclea

Patroclo suplica a Aquiles que rechace al enemigo; y, no consiguiéndolo, le ruega que, por lo menos, le preste sus armas y le permita ponerse al frente para ahuyentar a los troyanos. Accede Aquiles, y le recomienda que se vuelva atrás cuando los haya echado de las naves, pues el destino no le tiene reservada la gloria de apoderarse de Troya. Patroclo, enardecido por sus hazañas, entre ellas la de dar muerte a Sarpedón, hijo de Zeus, persigue a los troyanos por la llanura hasta que Apolo le desata la coraza. Euforbo lo hiere y Héctor lo mata.

• Canto XXII: La muerte de Héctor.

Las fuerzas troyanas se refugian en la ciudad pero Héctor queda fuera, con ánimo de pelear contra Aquiles. Este último, después de decirle que se vengaría de él si pudiera, vuelve al campo de batalla y delante de las puertas de la ciudad encuentra a Héctor, que le esperaba; Pero una vez frente a frente, Héctor huye y es perseguido por Aquiles, dan tres vueltas a la ciudad de Troya. Zeus coge la balanza de oro y ve que el destino condena a Héctor, el cual, engañado por Atenea, haciéndole creer que tiene en su ayuda a su hermano Deífobo. Héctor se detiene y se enfrenta a Aquiles. Héctor es vencido y muerto por Aquiles, que luego ata el cadáver a su carro de combate y subido en él da vueltas alrededor de la ciudad.

2 . Caracterización de personajes.

Los personajes de La Iliada, se basan en la mitología griega y en el arquetipo de un "hombre perfecto" que tiene como cualidades la valentía, la inteligencia e incluso la belleza.
Homero hace referencia a que la historia se centra en la cólera de Aquiles, el hijo de la diosa y de un mortal que se convierte en el personaje central de la obra.
Todo sucede alrededor del héroe, mitad humano y mitad dios, que puede por propia voluntad hacer o deshacer el triunfo o la pérdida de algún encuentro belicoso ocurrido durante el asedio de la famosa Troya. Aquiles, llevado por su prepotencia de Dios, es incapaz de razonar humanamente, se mueve por instinto y por el placer de ser divino y siempre recordado. No le importa bajo que bandera esté y quien sea el rey que mande. Su meta es su propia gloria y así actúa a su conveniencia.
De fondo a este personaje y a sus continuos desaires a los reyes griegos, hay una serie de personajes que se mueven en el escenario grandioso y es de allí de donde se desprenden una serie de hombres que en nombre de valores de honor, patrio o divinidad defenderán lo que consideran justo.
En este análisis se tomarán en cuenta las principales características de Aquiles, Héctor y Patroclo.
Aquiles es imagen de belleza, juventud y valentía y cólera. Cruel, despiadado, se enfrenta al otro personaje central que se muestra como el hijo favorito, el sucesor del trono de Troya, el esposo amado y el valiente guerrero llamado Héctor. Héctor está lleno de un valor dado por el honor de la patria, del trono, el fervor de su padre y el amor de su esposa Andrómaca y su hijo Astinacte. Y por ello se enfrenta a Aquiles, sabiendo que la victoria está en manos de este, pero es necesaria para salvar el honor de su padre y de la ciudad. Si bien Aquiles tiene de todo menos equilibrio y todas sus reacciones son extremas, en medio de tanta reacción y comportamiento visceral, razona con coherencia; y de su decisión depende el desenlace de la obra.
En el bando troyano no existen problemas de liderazgo, lo que permite a Héctor reunir en su persona todas las características de los caudillos griegos, llevando al extremo los valores fundamentales, con carácter sumamente humano. Se destacan estas condiciones del personaje en varios pasajes, con el fin de denotar las distancias y las referencias que ambos tienen como ley de vida.
Por otra parte, es Patroclo quien resulta el personaje dotado de una ternura excepcional. En él personifica Homero los valores del cariño, de la bondad y de la amistad misma.


3. Análisis literario del Canto XVI

En Troya Patroclo aparece como compañero de armas de Aquiles. Por indicios en el texto, se permite suponer que Patroclo acudía al combate en un carro separado y que se batía luego junto a Aquiles. Le sirve, además, de mensajero a Aquiles y es a él a quien este último envía ante Néstor, en el canto XI, en busca de noticias sobre la identidad del herido que ha sido llevado al campamento aqueo. Igualmente, en el canto II, Patroclo acude por orden de Aquiles a buscar a Briseida y hasta preparas el vino para los invitados cuando éstos vuelven a buscarlo para la guerra.

En la Patroclea, mientras los troyanos recuperan terreno a los griegos y amenazan con quemar sus naves, Aquiles autoriza a Patroclo a ponerse su armadura y lanzarse al combate a la cabeza de sus Mirmidones. Existe en este primer pedido una constatación de su posible muerte en el narrador, un anticipo:

“Así le suplico el gran insensato; y con ello llamaba a la Parca y a la terrible muerte”.

En el momento de su muerte, Patroclo simboliza el doble de Aquiles ya que, mientras en los cantos precedentes, se distinguía por su amistad y generosidad hacia Aquiles, súbitamente se lo presenta metamorfoseado en héroe que lo barre todo con sus armas.
En ese punto está el hecho interesante, el cambio de Patroclo lo transforma en uno de los héroes más importantes del relato, por sus hazañas en Troya, por sus acciones de valor que desafían el destino.

Mata primero a Pirecmes, jefe de los Peonios, a Areilico, Prónoo, Téstor y Erilao. Y luego a Erimante, Anfótero, Epalteo, Tlepólemo Danastórida, Equio, Pires, Ifeo, Evipo y Polimelo Argéada. Frente a un contendiente mayor, Sarpedón, jefe de los guerreros licios, se enfrentan en un duelo que recuerda a duelos personales de Aquiles, relatados en otras epopeyas, destacando nuevamente en este punto la mimetización de Patroclo con éste. Lo mismo se aprecia cuando éste decide atacar Troya, impulso en que un héroe decide él solo un ataque contra las murallas de la ciudad, episodio típico de Aquiles que permite sugerir la transposición de los temas típicos del éste en Patroclo.

Así, continua abriendo una brecha matando a Adrasto, Antónoo, Equeclo, Périmo Mégada, Epístor, Melanipo, Elaso, Mulio y Pilartes. Se ahonda el paralelismo en el hecho en el que el narrador declara que “los Aqueos a Troya la altiva, habrían tomado bajo Patroclo” si no hubiera sido detenido por Apolo, quien le dice:

“¡Tírate atrás, celestial Patroclo! No es, no, de tus hados tomar a tu lanza el alcázar de los altivos Troyanos, ni a la de Aquiles tampoco, que más que tú vale tanto”[]
Patroclo retrocede un paso, para evadir la cólera de Apolo y seguidamente retomar la lucha y morir. Muere en manos de Héctor, tras una herida producida por otro guerrero. Él mismo anticipa la muerte de su matador, se la vaticina, en manos del propio Aquiles.

4. Análisis literario del Canto XXII

Cuando Aquiles recibe la noticia de la muerte de Patroclo a manos de Héctor, cambia el rumbo de su voluntad, y la cólera busca el desahogo de la venganza. Sabe que morirá si combate contra los troyanos, pero elige éste una vida corta y hazañosa a la longevidad sin triunfos. En torno a la rabia del guerrero se congrega la ira de los elementos por parte del narrador: “Un fuego devastador asoló los campos y entró por el río, haciendo hervir y enflaqueciendo las aguas”.
Héctor había escapado varias veces, haciéndose invisible entre los mortales, y amparado por Apolo, hasta que solo, guardando las puertas de Troya es adelantado por Aquiles quién llega en una carrera atlética, moviendo como torbellino los pies y las rodillas. En ese momento comienzan las intervenciones que buscan ser una advertencia para Héctor y un recurso que usa en narrador para denotar el hecho ineludible del destino.
“¡Huye, sálvate! —grita a Héctor—. Ése me ha matado ya a muchos hijos, y a otros, cautivándolos, los ha vendido como esclavos en islas lejanas. Ahora mismo temo que acabe de dar muerte a Licaón y a Polidoro, pues no los veo por ninguna parte. Por piedad para mí —vociferaba arrancándose las canas con ambas manos—quítate de las puertas, no vayas a correr igual suerte”.
A estas súplicas de Príamo se unen las de la madre Hécube que, en nombre del seno que lo había criado, pide a Héctor que se pusiera en lugar seguro. Héctor enfrenta la situación, y aguarda bajo la torre, silencioso y con fruncido ceño, “como silvestre dragón que, habiendo comido yerbas venenosas, espera a su víctima a la entrada de su cueva, enroscado y amenazante”. Tras un parlamento de Héctor, en el que se aclara que a éste no le es ignoto su destino comienza una persecución en la que los guerreros, uno en pos del otro.
Nuevamente, en este caso, los Dioses son observadores de aquella caza, en la que van a intervenir para definir los hechos. La pelea será definida de hombre a hombre, la intervención de los soldados no esta contemplada lo que realza el valor inicial del concepto de venganza, aunque no está contemplada la de los primeros. Zeus interviene pesando los destinos de ambos en una balanza de oro. Esto define la igualdad de condiciones entre ambos, cualquiera que se viera favorecido con la suerte podría haber acabado con el otro. Iguala los personajes en fuerza y valor, destacando el carácter humano de Héctor y los dotes divinos de Aquiles por simple oposición. Con la suerte decidida, Héctor no tiene más remedio que enfrentársele, y entregarse a su Moira. El enfrentamiento que pasa a ser demasiado breve, la pica de Aquiles entra en el cuerpo de Héctor cerca de la clavícula, en el único lugar en el que queda descubierto.
Héctor muere a manos de un mortal, también vaticinando el destino de éste. Es importante destacar que el destino de los guerreros está a sabiendas de los otros en todo momento. El narrador transmite el hecho desde los distintos protagonistas de manera simple y clara, a partir de los Dioses, en breves relatos o incluso a partir de cualquier personaje.


5 . Consideraciones generales y Conceptualización.

Si bien la muerte es la experiencia más perturbadora que debe digerir el hombre cuando se hace conciente de su propia existencia física, ésta es a su vez una creación colectiva, que parte de la sociedad misma y se traslada a cada individuo, a partir de la visión pragmática que este tenga del “hecho de vivir” y el “valor de la vida”.

La sensibilidad -e incluso la insensibilidad- frente a la muerte son proyecciones sociales de una cultura, determinaciones de distintas visiones de la lucha interna de cada individuo, que permite o no, la evolución del concepto mismo.
Así se despliega, en conjunto un ancho campo de valoraciones de la muerte que hacen a la significación y al comportamiento de los individuos en una sociedad.

Sin embargo, esta misma concepción, nace de la naturaleza ajena, de la visualización real de la muerte del otro. Es por lo tanto, la reacción del individuo que racionaliza su propia muerte cuando la ve en el otro.
A su vez, esto genera que la muerte del otro sea vista de manera casi indiferente; lo que permite alejarse de la inquietud propia, aunque ciertas desapariciones mueven los cimientos develando su propia vulnerabilidad.

Durante la guerra, en la época de la épica Griega, el héroe es un ser dividido en dos mitades, que combaten entre ellas, la insensibilidad por la muerte ajena y la sensibilidad por la muerte misma. Esta guerra interna es reflejo del campo de batalla, lo que genera su accionar de entrega a un destino desgarrado y glorioso, ya que se transforma en la única forma de solucionar el problema. Así es que Aquiles, frente a la muerte de Patroclo reacciona de manera colérica. Descubre a partir de la muerte de éste la cercanía de su propia muerte.

En contraposición, el hecho fundamental de esa ambigüedad es la que basa el concepto del “buen morir”. Esta muerte anuncia una vida eterna, una durabilidad ilimitada, que no solo indica el fin del sufrimiento, sino el fin de la vida ordinaria y las limitaciones físicas de la fama. Sin embargo, esta visión se ve limitada por la verdadera acción del héroe. El papel de Patroclo en el texto se define por el hecho de su muerte y por la reacción de Aquiles frente a ésta. Por otra parte, en el caso de Héctor, la entrega de su cuerpo, como expresión física que adquiere valores trascendentales luego de la muerte, tiene un fin diferente. La valentía de Patroclo surge en un momento dado, por lo que la “buena muerte” sería la resolución ideal, que no es cuestionada. Héctor tiene una vida digna de reconocimiento y se enfrenta a la muerte, luchando como lo hizo cada vez que pudo, esta muerte es la que da la vida realmente duradera, sin oponerse a lo inevitable. Es ésta muerte la que hace completo el Areté heroico.

El Areté en Homero va ligado al valor en el combate y a la gloria militar. El hombre que lo posee es aquél que es digno de admiración y honor aunque este concepto carecía todavía de valor moral. El héroe homérico es bueno, es decir, posee el Areté, por cuanto tiene capacidad para perseguir objetivos específicos con su valor y audacia personal. Así es que Patroclo se transfigura, y literariamente toma valores que desde un principio son adjudicados al propio Aquiles, a manera de justificación del cambio y de expresión máxima de admiración por el otro.
El término no solo implica excelencia sino también capacidad para distinguirse. Mediante su influencia el bueno se convierte en el mejor.
Los personajes homéricos no se conforman con desarrollar una acción o una tarea con entusiasmo y eficacia: el modelo del guerrero que compite por el botín, deja una marca aristocrática en el concepto: no se trata de ser "bueno" sino de ser "el mejor".
Es en esa lucha en la que se embarca Patroclo, lucha que a Héctor le llega como derivación natural de su actuar. La hazaña del guerrero nunca es individual: precisa del reconocimiento del otro. El héroe precisa del lenguaje para vivir en la memoria de los otros, exige un espacio ideal que trascienda los "hechos".

La "muerte buena" hará nacer su fama. El amor a la gloria aparece de este modo como el vector fundamental de la ética aristocrática. La valentía y el esfuerzo no serán suficientes. Ambos jóvenes están advertidos sobre el hecho de su destino, el narrador se encarga de comunicarlo a través de los Dioses que intervienen, pero el texto denota, que al ser humano no le basta con la mera vida sino que ha de cultivar una vida buena, de la misma manera, tampoco debe simplemente dejarse morir, sino que ha de esforzarse en lograr una buena muerte.

La vida buena, como plasmación de una existencia excelente o cuajada de virtud, significa la vida en que se despliegan las capacidades humanas al máximo, esto es, ésa en la que se alcanza el desarrollo de nuestras mejores posibilidades teóricas y prácticas.
Por buena muerte habrá de entenderse entonces la culminación de esa vida buena, el broche que la perfecciona. En ella el sujeto ni renuncia al entendimiento ni se entrega a la fatal necesidad, sino que –mientras esté en su poder– asume su final con toda la lucidez y libertad a su alcance. No habrá aquella vida mientras no incluya la posibilidad de esta muerte.

De ahí el protagonismo de la Moira, esa especie de fuerza divinizada que está incluso por encima de los dioses. Esa especie de "parte" de destino asignada a cada uno a la que es imposible sustraerse; un guerrero muere y antes de expirar recuerda a su verdugo que también a él le llegará, en un momento y de una forma determinada, la hora de la muerte.
Es esta parte la que inquieta a los seres humanos, ya que designa algo que escapa a la voluntad y determina los sucesos de la vida. Es aquello que se transforma en el argumento que gobierna la existencia, la sapiencia de que nada puede hacerse para evitarlo, que está allí silencioso e indomable, y que es lo que condiciona el actuar humano.

La muerte es en fin, la designación de todo fenómeno en el que se produce una cesación, aunque solo a través de la muerte humana adquiere plena significación el hecho de morir para los demás, sea o no cuestión de destino. Es en ese punto donde se fusionan las visiones de los conceptos desarrollados, en el fin último de la muerte. La muerte como cese de acción, como última posibilidad de obtener la gloria, o simplemente como imposibilidad de alcanzarla por la acción misma.

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